La clase trabajadora no vota, ¡se organiza y lucha!
L@s  trabajador@s somos de nuevo llamados a las urnas el próximo 20 de  noviembre. En medio de la inmensa crisis en que nos encontramos, los  partidos se afanan en convencernos de que un cambio de gobierno va a  poder “cambiar” la situación.  A  pesar del paro, que se ha vuelto crónico -toda vez que no se espera una  recuperación económica en varios años-, de la penosa situación de los  bancos y del mantenimiento de la especulación como base del sistema, una  vez más unos y otros vuelven a hablarnos de soluciones “para salir de  la crisis”.
                                                                                         
Pero  las eventuales salidas a la coyuntura económica en la que nos  encontramos no dependerán del gobierno que se instale en Madrid el  próximo 21 de noviembre. En el entorno globalizado en que nos  encontramos, los gobiernos nacionales no cuentan con margen de maniobra  para poder emprender acciones individuales frente a la crisis. Más aún,  dentro de la Unión Europea, vemos como las decisiones que nos afectan  directamente, se cuecen en el auténtico centro de poder del continente,  que es Alemania y en menor medida, Francia. Unas decisiones, además, que  carecen de contenido social, en las que las necesidades de la población  -de los votantes, por tanto-, no son consideradas ni siquiera en último  lugar. La prioridad, con carácter absoluto, es evitar una quiebra  bancaria masiva ante la imposibilidad manifiesta de los estados europeos  de hacer frente a la deuda contraída. Como hemos podido ver con la  gestión hecha por Zapatero, los socialistas han tenido que plegarse  totalmente a los designios impuestos por el Banco Central Europeo y el  eje franco-alemán, llegando incluso a promover una reforma “express” de  la constitución para garantizar a los prestamistas extranjeros que el  pago de la deuda será una prioridad para España por encima de cualquier  otro gasto. Un reconocimiento, expreso, de que los intereses de los  poderes financieros estarán situados muy por encima de las necesidades  de las personas, vengan como vengan las cosas en el futuro. Este hecho,  por si solo, revela la posición en la que se encuentra la soberanía  nacional respecto al poder del mundo financiero y da cuenta, de forma  explicita, de la capacidad de movimientos con los que cuentan los  gobiernos de cada país. 
El  dinero absorbido -y el que absorberán- los bancos va cayendo a un pozo  negro del que no saldrá jamás. El dinero público que está sufragando los  inmensos agujeros en el balance de las entidades financieras, no tiene  visos de que sirva, ni para reactivar el crédito a personas y empresas,  ni para asegurar la propia existencia de los bancos, muchos de los  cuales terminarán nacionalizados o fusionados con otros. No obstante, no  está en manos de ningún gobierno nacional recortar o eliminar este  gigantesco trasvase de capital. La paradoja del liberalismo, por la cual  se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas, está puesta  sobre la mesa en toda su crudeza. Y ningún gobierno puede soslayar esta  “obligación” de socorrer a los bancos, puesto que la baza con la que  éstos juegan, es el dinero depositados por los clientes. Manos atadas de  nuevo.
Los  dos candidatos en liza (PSOE y PP) manifiestan que pueden emprender el  gobierno sin realizar nuevos recortes sociales; de nuevo nos movemos en  el terreno de la demagogia y de la falta de escrúpulos ante un  electorado que necesita escuchar ese tipo de mensajes aunque sepa -a  poco que reflexione sobre ello- que son completamente falsos. El PP  aboga por realizar una nueva reforma laboral; sería la primera que no  trajera nuevos recortes sobre los derechos de los trabajadores. También  por realizar una “reestructuración” de la administración pública; dicho  en plata, lo que eso significa son despidos en el sector público, los  consiguientes recortes en el servicio prestado y más privatizaciones. El  PSOE manifiesta que sí tiene las propuestas para salir de la crisis; es  absurdo que las tenga ahora y no las tuviera hace unos meses, cuando el  candidato formaba parte del gobierno que ha gestionado la situación.  “Cada momento tiene su actuación”, viene a decir Rubalcaba, para  hacernos ver que lo que no se podía hacer hace cuatro meses, se podrá  hacer dentro de dos. Pero la situación es esencialmente la misma, si no  peor, por lo que ese mensaje solo puede complacer a aquellos que estén  dispuestos a no hacer un examen, levemente riguroso, de lo que ha  sucedido en estos tres últimos años. El resto de formaciones políticas  de la izquierda institucional, parlamentaria y extraparlamentaria, aún  siendo improbable que puedan acceder y alcanzar una cuota de poder en el  parlamento, tampoco podrían acometer ninguna de sus propuestas  político-económicas, porque ahora más que nunca, es de manifiesta  nitidez lo que la CNT venimos denunciando desde décadas: la clase  política y sus partidos están al dictado de los mercados, la banca y los  intereses económicos.
Los  años de bonanza económica del ciclo que terminó en 2007, se debieron en  buena parte al uso indiscriminado del crédito por parte de todo el  mundo. Individuos, familias, empresas y estados veían afluir el dinero a  sus cuentas como por arte de magia, generándose una espiral de consumo  -como aquella propaganda bancaria que rezaba “lo quieres, lo tienes”-  que hipotecó las vidas de tantos, pensando que esa situación se iba a  mantener por siempre. Ahora, que no se puede recurrir a más  endeudamiento, ni tampoco fomentar el consumo, porque el dinero se ha  evaporado -como números en una cuenta que eran, y no riqueza creada por  el trabajo-, nuestros gobernantes tendrán que volver la vista la  economía real. Pero cuando miran esa economía lo que ven son empresas  mal gestionadas, que defraudan miles de millones al fisco, que quieren  beneficios sin inversión -acostumbrados también al anterior escenario,  era la época del pelotazo- y cuyo valor está mucho más que  sobredimensionado, fruto de los tiempos felices en que la cuentas no se  hacían sobre el valor real del producto, sino sobre lo que “podría  valer” el producto. Y tampoco aquí tienen margen de actuación.
Con  las perspectivas económicas que tenemos, el gobierno que salga elegido  tendrá que imponer duros recortes en materia laboral y social, para  “ajustar”, como dicen ellos, las condiciones de trabajo, las pensiones,  los salarios o las prestaciones públicas al nuevo nivel de “riqueza”,  una vez que todos los balances se han desinflado. Pero ya nadie se  acuerda, o no parece acordarse, de que esta crisis la creó el mundo  financiero, no la economía productiva; que no fueron esos salarios ni  esas condiciones de trabajo que teníamos hace tres o cuatro años los que  nos llevaron a la crisis, puesto que venían ya siendo “reajustados” por  continuas y contundentes reformas laborales, y que en absoluto esas  condiciones de trabajo eran ninguna maravilla; no parece recordarse ya  que el paro disminuyó gracias a la introducción masiva de la precariedad  laboral y eliminando costes sociales a las empresas. Así que como esto  ya está olvidado, las empresas habrá que reflotarlas, de nuevo,  abaratando el trabajo; más horas de trabajo, meno sueldo, despido y  contratación libres, convenios colectivos que no se aplican,  temporalidad total y desregulación. Esas son las exigencias de la  patronal y sus secuaces, puestas ya sobre el tapete. Y el gobierno que  viene no podrá ignorarlas, no por su más que segura sintonía con los  empresarios, sino porque es la única manera del capitalismo de  reflotarse; distribuir la pobreza entre todos los miembros de sociedad y  concentrar la riqueza en aquellos que más tienen. Porque, también  habría que recordarlo, los bancos siguen repartiendo dividendos mientras  que son “rescatados” por el estado, y en las bolsas, siguen haciéndose  inmensas fortunas de la noche a la mañana. Ahí, siguen estando, y lo  estarán con cualquier gobierno, los paraísos fiscales o la tributación  ínfima de los grandes capitales, y al mismo tiempo, los abusivos  impuestos indirectos o los que se cargan a las rentas del trabajo.
De  manera que, como es seguro que el gobierno que salga de las próximas  elecciones no va a abandonar el capitalismo, no hay que especular  demasiado para darse cuenta de que el camino que siga vendrá dado por lo  que determine el capital, en sus distintas versiones y ámbitos.
Por  tanto, de nuevo nos encontramos ante unas elecciones en las que los  programas vuelven a ser papel mojado, ya que menos que nunca, los que  aspiran al gobierno están en condiciones de saber que van a poder hacer  mañana. 
Como  en todas las campañas electorales, las palabras envuelven el mensaje,  los lemas fagocitan a las ideas y el escenario se construye como si se  pudiera partir de cero, como si se pudieran poner en marcha proyectos e  iniciativas que, todo el mundo sabe que forman parte del proceso  electoral, pero no de la vida real. Otra cosa es que cada uno quiera  asumirlo. 
Desde  el inicio de la democracia, las campañas y procesos electorales han ido  transformando su carácter ideológico en imagen, de manera que a estas  alturas, el voto al que apelan los candidatos es plenamente emocional y  subjetivo. Paralelamente, los electores han venido reclamando cada vez  menos responsabilidad a sus gobernantes, entrando en un círculo vicioso  que ha deteriorado la política hasta convertirla en lo que es hoy.  Muchos  irán a las urnas para que no gane el PP, otros para que no pierda el  PSOE, otros porque necesitan creer lo que les dicen unos y otros. 
En  estas elecciones, el voto de la derecha se concentrará en intentar que  el PP gane por mayoría absoluta. Impera la revancha, convertida en el  mayor argumento electoral para cualquiera de los dos grandes partidos en  liza. Se trata de desbancar al contrario y aposentarse en los dominios  del enemigo a cualquier precio. El mensaje se banaliza, reduciéndose a  culpabilizar al PSOE de todas las catástrofes habidas y por haber, para  lo cual los socialistas han hecho suficientes méritos. Así este mensaje  cala sin tener que profundizar mucho más. No hacen falta siquiera  propuestas, porque la gestión del partido en el poder ha hecho el  trabajo a sus adversarios. Así, el PP puede esconder bajo el ala sus  verdaderas intenciones y su conservadurismo ultramontano. 
Los  que abogan por votar al PP, sin ser de derechas, manejan el argumento  de la necesidad de un cambio de gobierno para cortar el derroche del que  han hecho gala los socialistas. Pero el gasto inútil y superfluo del  estado no variará porque sea un partido u otro el que esté en el  gobierno, como ha podido verse con los gastos militares, los fondos  entregados a la iglesia, las rebajas de impuestos a los ricos, las obras  faraónicas e inútiles o el dinero que se gasta para poner a la  administración pública al servicio del gobierno de turno, sea cual sea  el color del partido dominante. Las camarillas de asesores, empleados y  demás corte que emplea cada partido cuando llega al gobierno sustituye a  la del anterior. Sólo cambian el “amo del cortijo” y sus seguidores.  Porque para que en realidad cambiara el concepto de la ética y la  decencia de los políticos, sería necesario que cambiara la ética de la  propia sociedad, y eso no se conseguirá por el mero hecho de sustituir  un partido por otro. 
 Los  partidarios del votar al PSOE, defienden su opción planteando que no  participar en las elecciones favorece a la derecha. Es el argumento que  llevamos oyendo desde los albores democráticos. Ya no se recuerda –o no  se quiere recordar-, que el voto de “izquierdas”, entregado a Felipe  González o al mismo Zapatero, ha llevado al poder a un partido que ha  ido ejecutando las más duras políticas contra l@s trabajador@s  favoreciendo, en cambio, a bancos y multinacionales por encima de  cualquier interés social. Para esto ha servido el voto “útil” de la  izquierda.  
Los  que reclaman, en cambio, votar a los partidos a la “izquierda” del  PSOE, defienden que ese voto servirá para “presionar”, para que se  realicen “auténticas” políticas de izquierdas. Pero cuando estos  partidos han tenido opciones de gobierno, junto al PSOE o en solitario,  desde las alcaldías a los gobiernos autonómicos, nada ha cambiado.  Porque en las “tareas de gobierno”, de nada sirven los brillantes  programas electorales, sino la realidad de las múltiples conexiones  económicas con los poderes reales establecidas en cada uno de esos  ámbitos. Y llegados ahí, los colores y las banderas palidecen y los  partidos entran en el “juego” con las reglas fijadas por los que de  verdad lo controlan y no con las suyas propias, contando con que éstas  fueran diferentes.
Después  de las elecciones, por tanto, nos encontraremos en el mismo punto en el  que estamos ahora. Por eso decimos que si quieres que todo siga igual,  puedes votar. Pero si quieres que las cosas cambien, tendrás que luchar.  Ahora se trata de acordar entre todos unas nuevas reglas de juego para  que juguemos todos. De recuperar nuestra conciencia de clase, de mirar  el mundo no con los ojos del individuo, sino de la colectividad; de  conectar nuestros problemas y también las soluciones, mucho más allá de  las siglas, los partidos y los bandos que pugnan por representarnos;  estamos aquí para representarnos a nosotros mismos. 
Esta  lucha de la que hablamos, se desarrollará en muchos ámbitos, en el  trabajo, en la calle, en los barrios; creando y tejiendo las redes de  solidaridad y apoyo mutuo que siempre han caracterizado a la clase  obrera y que perdimos con la modernidad y el progreso. Una solidaridad  que tendremos que demostrar  con  nuestros compañeros de trabajo, oponiéndonos a los despidos y a la  pérdida de derechos con todos los medios a nuestro alcance y no dando  nunca la batalla por perdida; contra los recortes sociales,  implicándonos en las distintas luchas existentes y las que se vayan  creando; como consumidores, buscando formas de consumo apoyadas en la  colectividad y no en las multinacionales, ejerciéndolas de forma  responsable y solidaria; como personas, en fin, que nos negamos a ser  espectadores del derrumbe del capitalismo y que queremos ser  protagonistas de la construcción de una nueva economía y una nueva forma  de relacionarnos y de gestionar nuestra vida. 
Para  la CNT la abstención no es sólo el mero hecho de no votar. La  abstención que defendemos empieza con esa negativa a mantener el  sistema, pero no termina ahí. La abstención activa es una acción  continua que se construye cada día, en todos esos frentes que hemos  señalado. Si no delegamos nuestras responsabilidades, es para ejercerlas  y no para abandonarlas. La abstención representa, desde este punto de  vista, una rebelión contra la colosal mentira de llamar al pueblo  “soberano” por el mero hecho de poder designar representantes cada  cuatro años; una rebelión contra un sistema político  construido  para garantizar los privilegios de la clase privilegiada y dominante  frente a la masa de los “gobernados”; si el sistema económico que hay  detrás de las urnas está basado en la desigualdad y la rapiña, ¿como  pueden ser las elecciones algo distinto a eso? 
Esa  es la abstención que defiende la CNT. Y la promovemos, también frente  al voto en blanco o el voto nulo, porque creemos que es la única opción  que no legitima el sistema “democrático”. El voto en blanco o nulo  muestra una disconformidad que se podría resumir en la idea de que no  hay ningún candidato que se merezca ser votado, pero el simple hecho de  participar en las elecciones otorga un reconocimiento y una legitimación  del sistema representativo. Y es precisamente contra ese sistema  político contra el que se posiciona la CNT. Sean quienes sean los  candidatos o los partidos, nos oponemos a la farsa de considerar que un  gobierno cualesquiera pueda representar la voluntad del pueblo; que el  derecho de cada persona a participar en la gestión de los intereses  comunes no puede delegarse en unos cuantos, que además, nos llegan ya  seleccionados previamente por los que en realidad detentan el poder  real. El carácter de protesta del voto nulo o en blanco, sea éste el que  sea, queda diluido en la aceptación implícita del sistema democrático  que constituye el voto mismo. 
El  reto que tenemos por delante, no es escoger una papeleta el próximo día  20, sino el de crear una estructura social que nos permita liberarnos  del sistema capitalista y éste es un trabajo que no puede afrontar  ninguna clase de gobierno. Para esa tarea, la unión es nuestra única  defensa y también nuestro único método de ataque. Nuestras aspiraciones  no caben en sus urnas.
Secretariado Permanente del Comité Confederal de CNT
  
En catalá 
  
  
La classe treballadora no vota! S’organitza i lluita!
  
  
Els i les treballadores som de nou cridats a les urnes el proper 20 de novembre. Enmig de la immensa crisi en què ens trobem, els partits malden per convèncer-nos que un canvi de govern podrà “canviar” la situació. Malgrat l’atur, que s’ha tornat crònic -atès que no s’espera una recuperació econòmica en diversos anys-, de la penosa situació dels bancs i del manteniment de l’especulació com a base del sistema, una vegada més els uns i els altres tornen a parlar-nos de solucions “per sortir de la crisi”.
  
  
Però les eventuals sortides a la conjuntura econòmica en la qual ens trobem no dependran del govern que s’instal·li a Madrid el proper 21 de novembre. En l’entorn globalitzat en què ens trobem, els governs nacionals no compten amb marge de maniobra per poder emprendre accions individuals enfront de la crisi. Encara més, dins de la Unió Europea, veiem com les decisions que ens afecten directament, es couen en l’autèntic centre de poder del continent, que és Alemanya i en menor mesura, França. Unes decisions, a més, que manquen de contingut social, en les quals les necessitats de la població -dels votants, per tant-, no són considerades ni tan sols en últim lloc. La prioritat, amb caràcter absolut, és evitar una fallida bancària massiva davant la impossibilitat manifesta dels estats europeus de fer front al deute contret. Com hem pogut veure amb la gestió feta per Zapatero, els socialistes han hagut de plegar-se totalment als designis imposats pel Banc Central Europeu i l’eix franc-alemany, arribant fins i tot a promoure una reforma “expres” de la constitució per garantir als prestadors estrangers que el pagament del deute serà una prioritat per a Espanya per sobre de qualsevol altra despesa. Un reconeixement, exprés, que els interessos dels poders financers estaran situats molt per sobre de les necessitats de les persones, siguin com siguin les coses en el futur. Aquest fet, per si sol, mostra la posició en la qual es troba la sobirania nacional respecte al poder del món financer i ens fa adonar, de forma explicita, de la capacitat de moviments que tenen els governs de cada país.
  
  
El diners absorbit -i el que absorbiran- els bancs va caient a un pou negre del que no sortirà mai. El diner públic que està sufragant els immensos forats en el balanç de les entitats financeres, no sembla que serveixi, ni per reactivar el crèdit a persones i empreses, ni per assegurar la pròpia existència dels bancs, molts dels quals acabaran nacionalitzats o fusionats amb d’altres. No obstant això, no està en mans de cap govern nacional retallar o eliminar aquest gegantesc transvasament de capital. La paradoxa del liberalisme, per la qual es privatitzen els guanys i se socialitzen les pèrdues, està posada sobre la taula en tota la seva cruesa. I cap govern pot esbiaixar aquesta “obligació” de socórrer als bancs, ja que la carta amb la qual aquests juguen, són els diners dipositats pels clients. Mans lligades de nou.
  
  
Els dos candidats en lluita (PSOE i PP) manifesten que poden emprendre el govern sense realitzar noves retallades socials; de nou ens movem en el terreny de la demagògia i de la falta d’escrúpols davant un electorat que necessita escoltar aquest tipus de missatges encara que sàpiga -per poc que reflexioni sobre això- que són completament falsos. El PP advoca per realitzar una nova reforma laboral; seria la primera que no portés noves retallades sobre els drets dels treballadors. També per realitzar una “reestructuració” de l’administració pública; dit en plata, això significa acomiadaments en el sector públic, les consegüents retallades en el servei prestat i més privatitzacions. El PSOE manifesta que sí té les propostes per sortir de la crisi; és absurd que les tingui ara i no les tingués fa uns mesos, quan el candidat formava part del govern que ha gestionat la situació. “Cada moment té la seva actuació”, ve a dir Rubalcaba, per fer-nos veure que el que no es podia fer fa quatre mesos, es podrà fer dins de dos. Però la situació és essencialment la mateixa, si no pitjor, per la qual cosa aquest missatge només pot complaure a aquells que estiguin disposats a no fer un examen, lleument rigorós, del que ha succeït en aquests tres últims anys. La resta de formacions polítiques de l’esquerra institucional, parlamentària i extraparlamentària, encara sent improbable que puguin accedir i aconseguir una quota de poder al parlament, tampoc podrien escometre cap de les seves propostes polític-econòmiques, perquè ara més que mai, és de manifesta nitidesa el que a la CNT venim denunciant des de fa dècades: la classe política i els seus partits estan al dictat dels mercats, la banca i els interessos econòmics.
  
  
Els anys de bonança econòmica del cicle que va acabar el 2007, es van deure en bona part a l’ús indiscriminat del crèdit per part de tot el món. Individus, famílies, empreses i estats veien afluir els diners als seus comptes com per art de màgia, generant-se una espiral de consum -com aquella propaganda bancària que resava “ho vols, ho tens”- que va hipotecar les vides de molts, pensant que aquesta situació s’anava a mantenir per sempre. Ara, que no es pot recórrer a més endeutament, ni tampoc fomentar el consum, perquè els diners s’han evaporat -com a nombres en un compte que eren, i no riquesa creada pel treball-, els nostres governants hauran de girar la vista a l’economia real. Però quan miren aquesta economia el que veuen són empreses mal gestionades, que defrauden milers de milions al fisc, que volen beneficis sense inversió -acostumats també a l’anterior escenari, era l’època del “pelotazo”- i el valor del qual està molt més que sobredimensionat, fruit dels temps feliços en què els comptes no es feien sobre el valor real del producte, sinó sobre el que “podria valer” el producte. I tampoc aquí tenen marge d’actuació.
  
  
Amb les perspectives econòmiques que tenim, el govern que surti haurà d’imposar dures retallades en matèria laboral i social, per “ajustar”, com diuen ells, les condicions de treball, les pensions, els salaris o les prestacions públiques al nou nivell de “riquesa”, una vegada que tots els balanços s’han desinflat. Però ja ningú recorda, o no sembla recordar, que aquesta crisi la va crear el món financer, no l’economia productiva; que no van ser aquests salaris ni aquestes condicions de treball que teníem fa tres o quatre anys els que ens van portar a la crisi, ja que venien ja sent “reajustats” per contínues i contundents reformes laborals, i que en absolut aquestes condicions de treball eren cap meravella; no sembla recordar ja que l’atur va disminuir gràcies a la introducció massiva de la precarietat laboral i eliminant costos socials a les empreses. Així que com això ja està oblidat, les empreses caldrà reflotar-les, de nou, abaratint el treball; més hores de treball, menys sou, acomiadament i contractació lliures, convenis col·lectius que no s’apliquen, temporalitat total i desregulació. Aquestes són les exigències de la patronal i els seus sequacos, posades ja sobre el tapet. I el govern que ve no podrà ignorar-les, no per la seva més que segura sintonia amb els empresaris, sinó perquè és l’única manera del capitalisme de reflotar-se; distribuir la pobresa entre tots els membres de societat i concentrar la riquesa en aquells que més tenen. Perquè, també caldria recordar-ho, els bancs segueixen repartint dividends mentre que són “rescatats” per l’estat, i en les borses, segueixen fent-se immenses fortunes de la nit al dia. Aquí, segueixen estant, i ho estaran amb qualsevol govern, els paradisos fiscals o la tributació ínfima dels grans capitals, i al mateix temps, els abusius impostos indirectes o els que es carreguen a les rendes del treball.
  
  
De manera que, com és segur que el govern que surti de les properes eleccions no abandonarà el capitalisme, no cal especular massa per adonar-se que el camí que segueixi vindrà donat pel que determini el capital, en les seves diferents versions i àmbits.
  
  
Per tant, de nou ens trobem davant unes eleccions en les quals els programes tornen a ser paper mullat, ja que més que mai, els que aspiren al govern estan en condicions de saber que podran fer demà.
  
  
Com en totes les campanyes electorals, les paraules emboliquen el missatge, els lemes fagociten a les idees i l’escenari es construeix com si es pogués partir de zero, com si es poguessin engegar projectes i iniciatives que, tothom sap que formen part del procés electoral, però no de la vida real. Una altra cosa és que cadascú vulgui assumir-ho.
  
  
Des de l’inici de la democràcia, les campanyes i processos electorals han anat transformant el seu caràcter ideològic en imatge, de manera que a hores d’ara, el vot al que apel·len els candidats és plenament emocional i subjectiu. Paral·lelament, els electors han vingut reclamant cada vegada menys responsabilitat als seus governants, entrant en un cercle viciós que ha deteriorat la política fins a convertir-la en el que és avui. Molts aniran a les urnes perquè no guanyi el PP, uns altres perquè no perdi el PSOE, uns altres perquè necessiten creure el que els diuen els uns i els altres.
  
  
En aquestes eleccions, el vot de la dreta es concentrarà a intentar que el PP guanyi per majoria absoluta. Impera la revenja, convertida en el major argument electoral per a qualsevol dels dos grans partits en la pugna. Es tracta de desbancar al contrari i allotjar-se en els dominis de l’enemic a qualsevol preu. El missatge es banalitza, reduint-se a culpabilitzar al PSOE de totes les catàstrofes hagudes i per haver, per a això els socialistes han fet suficients mèrits. Així aquest missatge cala sense haver d’aprofundir molt més. No fan falta propostes, perquè la gestió del partit en el poder ha fet el treball als seus adversaris. Així, el PP pot amagar sota l’ala les seves veritables intencions i el seu conservadorisme ultramuntà.
  
  
Els que advoquen per votar al PP, sense ser de dretes, manegen l’argument de la necessitat d’un canvi de govern per tallar el malbaratament del que han fet gala els socialistes. Però la despesa inútil i supèrflua de l’estat no variarà perquè un partit o un altre estigui al govern, com ha pogut veure’s amb les despeses militars, els fons lliurats a l’església, les rebaixes d’impostos als rics, les obres faraòniques i inútils o els diners que es gasta per posar a l’administració pública al servei del govern de torn, sigui el que sigui el color del partit dominant. Les camarilles d’assessors, empleats i altra cort que empra cada partit quan arriba al govern substitueix a la de l’anterior. Només canvien els “amos del mas” i els seus seguidors. Perquè en realitat canviés el concepte de l’ètica i la decència dels polítics, seria necessari que canviés l’ètica de la pròpia societat, i això no s’aconseguirà pel mer fet de substituir un partit per un altre.
  
  
Els partidaris del votar al PSOE, defensen la seva opció plantejant que no participar en les eleccions afavoreix a la dreta. És l’argument que portem sentint des dels inicis democràtics. Ja no es recorda –o no es vol recordar-, que el vot d’“esquerres”, lliurat a Felipe González o al mateix Zapatero, ha portat al poder a un partit que ha anat executant les més dures polítiques contra els i les treballadores afavorint, en canvi, a bancs i multinacionals per sobre de qualsevol interès social. Per a això ha servit el vot “útil” de l’esquerra.
  
  
Els que reclamen, en canvi, votar als partits a la “esquerra” del PSOE, defensen que aquest vot servirà per “pressionar”, perquè es realitzin “autèntiques” polítiques d’esquerres. Però quan aquests partits han tingut opcions de govern, al costat del PSOE o en solitari, des de les alcaldies als governs autonòmics, res ha canviat. Perquè en les “tasques de govern”, de res serveixen els brillants programes electorals, sinó la realitat de les múltiples connexions econòmiques amb els poders reals establertes en cadascun d’aquests àmbits. I arribats aquí, els colors i les banderes empal·lideixen i els partits entren en el “joc” amb les regles fixades pels que de debò ho controlen i no amb les seves pròpies, comptant amb que aquestes fossin diferents.
  
  
Després de les eleccions, per tant, ens trobarem en el mateix punt en el qual estem ara. Per això diem que si vols que tot segueixi igual, pots votar. Però si vols que les coses canviïn, hauràs de lluitar. Ara es tracta d’acordar entre tots unes noves regles de joc perquè juguem tots. De recuperar la nostra consciència de classe, de mirar el món no amb els ulls de l’individu, sinó de la col·lectivitat; de connectar els nostres problemes i també les solucions, molt més enllà de les sigles, els partits i els bàndols que pugnen per representar-nos; estem aquí per representar-nos a nosaltres mateixos.
  
  
Aquesta lluita de la qual parlem, es desenvoluparà en molts àmbits, en el treball, al carrer, als barris; creant i teixint les xarxes de solidaritat i suport mutu que sempre han caracteritzat a la classe obrera i que vam perdre amb la modernitat i el progrés. Una solidaritat que haurem de demostrar amb els nostres companys de treball, oposant-nos als acomiadaments i a la pèrdua de drets amb tots els mitjans al nostre abast i no donant mai la batalla per perduda; contra les retallades socials, implicant-nos en les diferents lluites existents i les que es vagin creant; com a consumidors, buscant formes de consum recolzades en la col·lectivitat i no en les multinacionals, exercint-les de forma responsable i solidària; com a persones, en fi, que ens neguem a ser espectadors de l’ensulsiada del capitalisme i que volem ser protagonistes de la construcció d’una nova economia i una nova forma de relacionar-nos i de gestionar la nostra vida.
  
  
Per a la CNT l’abstenció no és només el fet de no votar. L’abstenció que defensem comença amb aquesta negativa a mantenir el sistema, però no acaba aquí. L’abstenció activa és una acció contínua que es construeix cada dia, en tots aquests fronts que hem assenyalat. Si no deleguem les nostres responsabilitats, és per exercir-les i no per abandonar-les. L’abstenció representa, des d’aquest punt de vista, una rebel·lió contra la colossal mentida de cridar al poble “sobirà” pel mer fet de poder designar representants cada quatre anys; una rebel·lió contra un sistema polític construït per garantir els privilegis de la classe privilegiada i dominant enfront de la massa dels “governats”; si el sistema econòmic que hi ha darrere de les urnes està basat en la desigualtat i la rampinya, com poden ser les eleccions una cosa diferent a això?
  
  
Aquesta és l’abstenció que defensa la CNT. I la promovem, també enfront del vot en blanc o el vot nul, perquè creiem que és l’única opció que no legitima el sistema “democràtic”. El vot en blanc o nul mostren una disconformitat que es podria resumir en la idea que no hi ha cap candidat que es mereixi ser votat, però el simple fet de participar en les eleccions atorga un reconeixement i una legitimació del sistema representatiu. I és precisament contra aquest sistema polític contra el qual es posiciona la CNT. Siguin els qui siguin els candidats o els partits, ens oposem a la farsa de considerar que un govern qualsevol pugui representar la voluntat del poble; que el dret de cada persona a participar en la gestió dels interessos comuns no pot delegar-se en uns quants, que a més, ens arriben ja seleccionats prèviament pels que en realitat posseeixen el poder real. El caràcter de protesta del vot nul o en blanc, sigui aquest el que sigui, queda diluït en l’acceptació implícita del sistema democràtic que constitueix el vot mateix.
  
  
El repte que tenim per davant, no és escollir una papereta el proper dia 20, sinó el de crear una estructura social que ens permeti alliberar-nos del sistema capitalista i aquest és un treball que no pot afrontar cap classe de govern. Per a aquesta tasca, la unió és la nostra única defensa i també el nostre únic mètode d’atac. Les nostres aspiracions no caben en les seves urnes.
  
  
Secretariat Permanent del Comitè Confederal de CNT