jueves, 22 de diciembre de 2011

NUEVO GOBIERNO, VIEJAS POLÍTICAS


Como fruto de la pantomima electoral para simular que hay democracia, cada cierto tiempo se produce una alternancia en el Gobierno entre el PSOE y el PP, ambos partidos al servicio de la élite financiera que realmente ostenta el poder. En esta ocasión le ha tocado gobernar  al PP , Mariano Rajoy ha sido investido como nuevo Presidente del Gobierno.

En su discurso de investidura,  aunque lo suficientemente ambiguo y poco claro para no desvelar por completo sus oscuras intenciones, Rajoy sí ha mostrado ya su intención de continuar en la senda de las mismas  políticas que se han venido aplicando durante los últimos 30 años en nuestro país, tanto por el PP como por el PSOE (reducción de impuestos y aumento de las bonificaciones para los empresarios, recortes salariales y sociales para los trabajadores, privatizaciones, y regalos para la Banca…) .

Concretamente ha señalado que los tres ejes fundamentales e inmediatos sobre los que va a girar su Gobierno son el establecimiento de una ley de Estabilidad Presupuestaria, y en ese sentido anunció para el próximo año un recorte como mínimo de 16.500 millones de euros que sin duda afectarán a las principales partidas del gasto social, (educación, sanidad, desempleo…). En segundo lugar,  promete una reforma para afrontar el saneamiento del sistema financiero, eufemismo  tras el que se esconde la intención de sanear con dinero público las cajas de ahorro y bancos en situación de quiebra técnica para luego, una vez saneados, regalárselos a precio de saldo a los grandes bancos. En tercer lugar, plantea una reforma integral y profunda del mercado de trabajo que abarcará una nueva Reforma Laboral para conseguir abaratar más aún los salarios y los costes del despido, nuevas formas de contratos basura para los jóvenes, una nueva reforma de la negociación colectiva  para  terminar con los escasos medios legales con que aún contamos los trabajadores para defendernos frente a la voracidad de la patronal y nuevas normas para controlar el absentismo y presionar a los trabajadores para que no se den de baja cuando enferman.

En definitiva, más de lo mismo: se les llena la boca hablando de austeridad pero reducen el impuesto de sociedades a las empresas, aumentan las bonificaciones empresariales de la seguridad social, regalan miles de millones de dinero público para los bancos y la patronal y permiten  que estos bancos y grandes empresas defrauden a Hacienda miles de millones a través de sus chiringuitos financieros en los paraísos fiscales. Mientras, para los trabajadores sólo anuncian nuevos recortes salariales y sociales, en aras de la sacrosanta competitividad. Finalmente, para combatir la mayor lacra de este país que es el paro no se les ocurre mejor cosa que congelar la oferta de empleo público y destruir miles de puestos de trabajo al no cubrir ni una sola de las vacantes que dejan los funcionarios que se jubilan.

Caso paradigmático de lo que decimos es el nombramiento de quien va a pilotar la política económica del nuevo Gobierno, Luís de Guindos, exjefe de Lehman Brothers, el banco de inversión estadounidense que quebró en 2008, y uno de los desencadenantes del seísmo financiero que estuvo detrás de la crisis financiera y económica que surgió después. Que nadie se llame a engaño, lo que nos espera es más capitalismo salvaje e inhumano.

Sí, el panorama que se nos presenta a los trabajadores es realmente sombrío, pero no es hora ni de  resignarse ni de lamentaciones estériles sino de ponerse manos a la obra, organizar la resistencia, combatir sin dilación y sin tregua con todas nuestras fuerzas al sistema capitalista y a quienes lo sustentan, un sistema que nos conduce a la barbarie y la miseria; el dilema es claro, si no les paramos los pies y ganan ellos esta guerra declarada contra los derechos sociales y laborales que tantas luchas costaron conseguir, volveremos a los peores tiempos del capitalismo salvaje. Por el contrario, podemos optar por unirnos, organizarnos y echarnos a la calle a defendernos y a luchar hasta vencer.

21 de diciembre de 2011

Secretariado Permanente del Comité Confederal de CNT

martes, 15 de noviembre de 2011

HUESCA, SEMANA DE LUCHA

ORGANIZA:
CNT, CGT, Circulo Republicano Oscense, Babel, Algara, 
15-M de Huesca, Ecologistas en Acción y
Ciudadanos de Huesca a modo personal.

domingo, 6 de noviembre de 2011

20N ABSTENCIÓN ACTIVA

La clase trabajadora no vota, ¡se organiza y lucha!

L@s trabajador@s somos de nuevo llamados a las urnas el próximo 20 de noviembre. En medio de la inmensa crisis en que nos encontramos, los partidos se afanan en convencernos de que un cambio de gobierno va a poder “cambiar” la situación.  A pesar del paro, que se ha vuelto crónico -toda vez que no se espera una recuperación económica en varios años-, de la penosa situación de los bancos y del mantenimiento de la especulación como base del sistema, una vez más unos y otros vuelven a hablarnos de soluciones “para salir de la crisis”.
                                                                                        
Pero las eventuales salidas a la coyuntura económica en la que nos encontramos no dependerán del gobierno que se instale en Madrid el próximo 21 de noviembre. En el entorno globalizado en que nos encontramos, los gobiernos nacionales no cuentan con margen de maniobra para poder emprender acciones individuales frente a la crisis. Más aún, dentro de la Unión Europea, vemos como las decisiones que nos afectan directamente, se cuecen en el auténtico centro de poder del continente, que es Alemania y en menor medida, Francia. Unas decisiones, además, que carecen de contenido social, en las que las necesidades de la población -de los votantes, por tanto-, no son consideradas ni siquiera en último lugar. La prioridad, con carácter absoluto, es evitar una quiebra bancaria masiva ante la imposibilidad manifiesta de los estados europeos de hacer frente a la deuda contraída. Como hemos podido ver con la gestión hecha por Zapatero, los socialistas han tenido que plegarse totalmente a los designios impuestos por el Banco Central Europeo y el eje franco-alemán, llegando incluso a promover una reforma “express” de la constitución para garantizar a los prestamistas extranjeros que el pago de la deuda será una prioridad para España por encima de cualquier otro gasto. Un reconocimiento, expreso, de que los intereses de los poderes financieros estarán situados muy por encima de las necesidades de las personas, vengan como vengan las cosas en el futuro. Este hecho, por si solo, revela la posición en la que se encuentra la soberanía nacional respecto al poder del mundo financiero y da cuenta, de forma explicita, de la capacidad de movimientos con los que cuentan los gobiernos de cada país.

El dinero absorbido -y el que absorberán- los bancos va cayendo a un pozo negro del que no saldrá jamás. El dinero público que está sufragando los inmensos agujeros en el balance de las entidades financieras, no tiene visos de que sirva, ni para reactivar el crédito a personas y empresas, ni para asegurar la propia existencia de los bancos, muchos de los cuales terminarán nacionalizados o fusionados con otros. No obstante, no está en manos de ningún gobierno nacional recortar o eliminar este gigantesco trasvase de capital. La paradoja del liberalismo, por la cual se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas, está puesta sobre la mesa en toda su crudeza. Y ningún gobierno puede soslayar esta “obligación” de socorrer a los bancos, puesto que la baza con la que éstos juegan, es el dinero depositados por los clientes. Manos atadas de nuevo.

Los dos candidatos en liza (PSOE y PP) manifiestan que pueden emprender el gobierno sin realizar nuevos recortes sociales; de nuevo nos movemos en el terreno de la demagogia y de la falta de escrúpulos ante un electorado que necesita escuchar ese tipo de mensajes aunque sepa -a poco que reflexione sobre ello- que son completamente falsos. El PP aboga por realizar una nueva reforma laboral; sería la primera que no trajera nuevos recortes sobre los derechos de los trabajadores. También por realizar una “reestructuración” de la administración pública; dicho en plata, lo que eso significa son despidos en el sector público, los consiguientes recortes en el servicio prestado y más privatizaciones. El PSOE manifiesta que sí tiene las propuestas para salir de la crisis; es absurdo que las tenga ahora y no las tuviera hace unos meses, cuando el candidato formaba parte del gobierno que ha gestionado la situación. “Cada momento tiene su actuación”, viene a decir Rubalcaba, para hacernos ver que lo que no se podía hacer hace cuatro meses, se podrá hacer dentro de dos. Pero la situación es esencialmente la misma, si no peor, por lo que ese mensaje solo puede complacer a aquellos que estén dispuestos a no hacer un examen, levemente riguroso, de lo que ha sucedido en estos tres últimos años. El resto de formaciones políticas de la izquierda institucional, parlamentaria y extraparlamentaria, aún siendo improbable que puedan acceder y alcanzar una cuota de poder en el parlamento, tampoco podrían acometer ninguna de sus propuestas político-económicas, porque ahora más que nunca, es de manifiesta nitidez lo que la CNT venimos denunciando desde décadas: la clase política y sus partidos están al dictado de los mercados, la banca y los intereses económicos.

Los años de bonanza económica del ciclo que terminó en 2007, se debieron en buena parte al uso indiscriminado del crédito por parte de todo el mundo. Individuos, familias, empresas y estados veían afluir el dinero a sus cuentas como por arte de magia, generándose una espiral de consumo -como aquella propaganda bancaria que rezaba “lo quieres, lo tienes”- que hipotecó las vidas de tantos, pensando que esa situación se iba a mantener por siempre. Ahora, que no se puede recurrir a más endeudamiento, ni tampoco fomentar el consumo, porque el dinero se ha evaporado -como números en una cuenta que eran, y no riqueza creada por el trabajo-, nuestros gobernantes tendrán que volver la vista la economía real. Pero cuando miran esa economía lo que ven son empresas mal gestionadas, que defraudan miles de millones al fisco, que quieren beneficios sin inversión -acostumbrados también al anterior escenario, era la época del pelotazo- y cuyo valor está mucho más que sobredimensionado, fruto de los tiempos felices en que la cuentas no se hacían sobre el valor real del producto, sino sobre lo que “podría valer” el producto. Y tampoco aquí tienen margen de actuación.

Con las perspectivas económicas que tenemos, el gobierno que salga elegido tendrá que imponer duros recortes en materia laboral y social, para “ajustar”, como dicen ellos, las condiciones de trabajo, las pensiones, los salarios o las prestaciones públicas al nuevo nivel de “riqueza”, una vez que todos los balances se han desinflado. Pero ya nadie se acuerda, o no parece acordarse, de que esta crisis la creó el mundo financiero, no la economía productiva; que no fueron esos salarios ni esas condiciones de trabajo que teníamos hace tres o cuatro años los que nos llevaron a la crisis, puesto que venían ya siendo “reajustados” por continuas y contundentes reformas laborales, y que en absoluto esas condiciones de trabajo eran ninguna maravilla; no parece recordarse ya que el paro disminuyó gracias a la introducción masiva de la precariedad laboral y eliminando costes sociales a las empresas. Así que como esto ya está olvidado, las empresas habrá que reflotarlas, de nuevo, abaratando el trabajo; más horas de trabajo, meno sueldo, despido y contratación libres, convenios colectivos que no se aplican, temporalidad total y desregulación. Esas son las exigencias de la patronal y sus secuaces, puestas ya sobre el tapete. Y el gobierno que viene no podrá ignorarlas, no por su más que segura sintonía con los empresarios, sino porque es la única manera del capitalismo de reflotarse; distribuir la pobreza entre todos los miembros de sociedad y concentrar la riqueza en aquellos que más tienen. Porque, también habría que recordarlo, los bancos siguen repartiendo dividendos mientras que son “rescatados” por el estado, y en las bolsas, siguen haciéndose inmensas fortunas de la noche a la mañana. Ahí, siguen estando, y lo estarán con cualquier gobierno, los paraísos fiscales o la tributación ínfima de los grandes capitales, y al mismo tiempo, los abusivos impuestos indirectos o los que se cargan a las rentas del trabajo.

De manera que, como es seguro que el gobierno que salga de las próximas elecciones no va a abandonar el capitalismo, no hay que especular demasiado para darse cuenta de que el camino que siga vendrá dado por lo que determine el capital, en sus distintas versiones y ámbitos.

Por tanto, de nuevo nos encontramos ante unas elecciones en las que los programas vuelven a ser papel mojado, ya que menos que nunca, los que aspiran al gobierno están en condiciones de saber que van a poder hacer mañana.

Como en todas las campañas electorales, las palabras envuelven el mensaje, los lemas fagocitan a las ideas y el escenario se construye como si se pudiera partir de cero, como si se pudieran poner en marcha proyectos e iniciativas que, todo el mundo sabe que forman parte del proceso electoral, pero no de la vida real. Otra cosa es que cada uno quiera asumirlo.

Desde el inicio de la democracia, las campañas y procesos electorales han ido transformando su carácter ideológico en imagen, de manera que a estas alturas, el voto al que apelan los candidatos es plenamente emocional y subjetivo. Paralelamente, los electores han venido reclamando cada vez menos responsabilidad a sus gobernantes, entrando en un círculo vicioso que ha deteriorado la política hasta convertirla en lo que es hoy.  Muchos irán a las urnas para que no gane el PP, otros para que no pierda el PSOE, otros porque necesitan creer lo que les dicen unos y otros.

En estas elecciones, el voto de la derecha se concentrará en intentar que el PP gane por mayoría absoluta. Impera la revancha, convertida en el mayor argumento electoral para cualquiera de los dos grandes partidos en liza. Se trata de desbancar al contrario y aposentarse en los dominios del enemigo a cualquier precio. El mensaje se banaliza, reduciéndose a culpabilizar al PSOE de todas las catástrofes habidas y por haber, para lo cual los socialistas han hecho suficientes méritos. Así este mensaje cala sin tener que profundizar mucho más. No hacen falta siquiera propuestas, porque la gestión del partido en el poder ha hecho el trabajo a sus adversarios. Así, el PP puede esconder bajo el ala sus verdaderas intenciones y su conservadurismo ultramontano.

Los que abogan por votar al PP, sin ser de derechas, manejan el argumento de la necesidad de un cambio de gobierno para cortar el derroche del que han hecho gala los socialistas. Pero el gasto inútil y superfluo del estado no variará porque sea un partido u otro el que esté en el gobierno, como ha podido verse con los gastos militares, los fondos entregados a la iglesia, las rebajas de impuestos a los ricos, las obras faraónicas e inútiles o el dinero que se gasta para poner a la administración pública al servicio del gobierno de turno, sea cual sea el color del partido dominante. Las camarillas de asesores, empleados y demás corte que emplea cada partido cuando llega al gobierno sustituye a la del anterior. Sólo cambian el “amo del cortijo” y sus seguidores. Porque para que en realidad cambiara el concepto de la ética y la decencia de los políticos, sería necesario que cambiara la ética de la propia sociedad, y eso no se conseguirá por el mero hecho de sustituir un partido por otro.

 Los partidarios del votar al PSOE, defienden su opción planteando que no participar en las elecciones favorece a la derecha. Es el argumento que llevamos oyendo desde los albores democráticos. Ya no se recuerda –o no se quiere recordar-, que el voto de “izquierdas”, entregado a Felipe González o al mismo Zapatero, ha llevado al poder a un partido que ha ido ejecutando las más duras políticas contra l@s trabajador@s favoreciendo, en cambio, a bancos y multinacionales por encima de cualquier interés social. Para esto ha servido el voto “útil” de la izquierda. 

Los que reclaman, en cambio, votar a los partidos a la “izquierda” del PSOE, defienden que ese voto servirá para “presionar”, para que se realicen “auténticas” políticas de izquierdas. Pero cuando estos partidos han tenido opciones de gobierno, junto al PSOE o en solitario, desde las alcaldías a los gobiernos autonómicos, nada ha cambiado. Porque en las “tareas de gobierno”, de nada sirven los brillantes programas electorales, sino la realidad de las múltiples conexiones económicas con los poderes reales establecidas en cada uno de esos ámbitos. Y llegados ahí, los colores y las banderas palidecen y los partidos entran en el “juego” con las reglas fijadas por los que de verdad lo controlan y no con las suyas propias, contando con que éstas fueran diferentes.

Después de las elecciones, por tanto, nos encontraremos en el mismo punto en el que estamos ahora. Por eso decimos que si quieres que todo siga igual, puedes votar. Pero si quieres que las cosas cambien, tendrás que luchar. Ahora se trata de acordar entre todos unas nuevas reglas de juego para que juguemos todos. De recuperar nuestra conciencia de clase, de mirar el mundo no con los ojos del individuo, sino de la colectividad; de conectar nuestros problemas y también las soluciones, mucho más allá de las siglas, los partidos y los bandos que pugnan por representarnos; estamos aquí para representarnos a nosotros mismos.

Esta lucha de la que hablamos, se desarrollará en muchos ámbitos, en el trabajo, en la calle, en los barrios; creando y tejiendo las redes de solidaridad y apoyo mutuo que siempre han caracterizado a la clase obrera y que perdimos con la modernidad y el progreso. Una solidaridad que tendremos que demostrar  con nuestros compañeros de trabajo, oponiéndonos a los despidos y a la pérdida de derechos con todos los medios a nuestro alcance y no dando nunca la batalla por perdida; contra los recortes sociales, implicándonos en las distintas luchas existentes y las que se vayan creando; como consumidores, buscando formas de consumo apoyadas en la colectividad y no en las multinacionales, ejerciéndolas de forma responsable y solidaria; como personas, en fin, que nos negamos a ser espectadores del derrumbe del capitalismo y que queremos ser protagonistas de la construcción de una nueva economía y una nueva forma de relacionarnos y de gestionar nuestra vida.

Para la CNT la abstención no es sólo el mero hecho de no votar. La abstención que defendemos empieza con esa negativa a mantener el sistema, pero no termina ahí. La abstención activa es una acción continua que se construye cada día, en todos esos frentes que hemos señalado. Si no delegamos nuestras responsabilidades, es para ejercerlas y no para abandonarlas. La abstención representa, desde este punto de vista, una rebelión contra la colosal mentira de llamar al pueblo “soberano” por el mero hecho de poder designar representantes cada cuatro años; una rebelión contra un sistema político  construido para garantizar los privilegios de la clase privilegiada y dominante frente a la masa de los “gobernados”; si el sistema económico que hay detrás de las urnas está basado en la desigualdad y la rapiña, ¿como pueden ser las elecciones algo distinto a eso?

Esa es la abstención que defiende la CNT. Y la promovemos, también frente al voto en blanco o el voto nulo, porque creemos que es la única opción que no legitima el sistema “democrático”. El voto en blanco o nulo muestra una disconformidad que se podría resumir en la idea de que no hay ningún candidato que se merezca ser votado, pero el simple hecho de participar en las elecciones otorga un reconocimiento y una legitimación del sistema representativo. Y es precisamente contra ese sistema político contra el que se posiciona la CNT. Sean quienes sean los candidatos o los partidos, nos oponemos a la farsa de considerar que un gobierno cualesquiera pueda representar la voluntad del pueblo; que el derecho de cada persona a participar en la gestión de los intereses comunes no puede delegarse en unos cuantos, que además, nos llegan ya seleccionados previamente por los que en realidad detentan el poder real. El carácter de protesta del voto nulo o en blanco, sea éste el que sea, queda diluido en la aceptación implícita del sistema democrático que constituye el voto mismo.

El reto que tenemos por delante, no es escoger una papeleta el próximo día 20, sino el de crear una estructura social que nos permita liberarnos del sistema capitalista y éste es un trabajo que no puede afrontar ninguna clase de gobierno. Para esa tarea, la unión es nuestra única defensa y también nuestro único método de ataque. Nuestras aspiraciones no caben en sus urnas.

Secretariado Permanente del Comité Confederal de CNT



En catalá

La classe treballadora no vota! S’organitza i lluita!

Els i les treballadores som de nou cridats a les urnes el proper 20 de novembre. Enmig de la immensa crisi en què ens trobem, els partits malden per convèncer-nos que un canvi de govern podrà “canviar” la situació. Malgrat l’atur, que s’ha tornat crònic -atès que no s’espera una recuperació econòmica en diversos anys-, de la penosa situació dels bancs i del manteniment de l’especulació com a base del sistema, una vegada més els uns i els altres tornen a parlar-nos de solucions “per sortir de la crisi”.

Però les eventuals sortides a la conjuntura econòmica en la qual ens trobem no dependran del govern que s’instal·li a Madrid el proper 21 de novembre. En l’entorn globalitzat en què ens trobem, els governs nacionals no compten amb marge de maniobra per poder emprendre accions individuals enfront de la crisi. Encara més, dins de la Unió Europea, veiem com les decisions que ens afecten directament, es couen en l’autèntic centre de poder del continent, que és Alemanya i en menor mesura, França. Unes decisions, a més, que manquen de contingut social, en les quals les necessitats de la població -dels votants, per tant-, no són considerades ni tan sols en últim lloc. La prioritat, amb caràcter absolut, és evitar una fallida bancària massiva davant la impossibilitat manifesta dels estats europeus de fer front al deute contret. Com hem pogut veure amb la gestió feta per Zapatero, els socialistes han hagut de plegar-se totalment als designis imposats pel Banc Central Europeu i l’eix franc-alemany, arribant fins i tot a promoure una reforma “expres” de la constitució per garantir als prestadors estrangers que el pagament del deute serà una prioritat per a Espanya per sobre de qualsevol altra despesa. Un reconeixement, exprés, que els interessos dels poders financers estaran situats molt per sobre de les necessitats de les persones, siguin com siguin les coses en el futur. Aquest fet, per si sol, mostra la posició en la qual es troba la sobirania nacional respecte al poder del món financer i ens fa adonar, de forma explicita, de la capacitat de moviments que tenen els governs de cada país.

El diners absorbit -i el que absorbiran- els bancs va caient a un pou negre del que no sortirà mai. El diner públic que està sufragant els immensos forats en el balanç de les entitats financeres, no sembla que serveixi, ni per reactivar el crèdit a persones i empreses, ni per assegurar la pròpia existència dels bancs, molts dels quals acabaran nacionalitzats o fusionats amb d’altres. No obstant això, no està en mans de cap govern nacional retallar o eliminar aquest gegantesc transvasament de capital. La paradoxa del liberalisme, per la qual es privatitzen els guanys i se socialitzen les pèrdues, està posada sobre la taula en tota la seva cruesa. I cap govern pot esbiaixar aquesta “obligació” de socórrer als bancs, ja que la carta amb la qual aquests juguen, són els diners dipositats pels clients. Mans lligades de nou.

Els dos candidats en lluita (PSOE i PP) manifesten que poden emprendre el govern sense realitzar noves retallades socials; de nou ens movem en el terreny de la demagògia i de la falta d’escrúpols davant un electorat que necessita escoltar aquest tipus de missatges encara que sàpiga -per poc que reflexioni sobre això- que són completament falsos. El PP advoca per realitzar una nova reforma laboral; seria la primera que no portés noves retallades sobre els drets dels treballadors. També per realitzar una “reestructuració” de l’administració pública; dit en plata, això significa acomiadaments en el sector públic, les consegüents retallades en el servei prestat i més privatitzacions. El PSOE manifesta que sí té les propostes per sortir de la crisi; és absurd que les tingui ara i no les tingués fa uns mesos, quan el candidat formava part del govern que ha gestionat la situació. “Cada moment té la seva actuació”, ve a dir Rubalcaba, per fer-nos veure que el que no es podia fer fa quatre mesos, es podrà fer dins de dos. Però la situació és essencialment la mateixa, si no pitjor, per la qual cosa aquest missatge només pot complaure a aquells que estiguin disposats a no fer un examen, lleument rigorós, del que ha succeït en aquests tres últims anys. La resta de formacions polítiques de l’esquerra institucional, parlamentària i extraparlamentària, encara sent improbable que puguin accedir i aconseguir una quota de poder al parlament, tampoc podrien escometre cap de les seves propostes polític-econòmiques, perquè ara més que mai, és de manifesta nitidesa el que a la CNT venim denunciant des de fa dècades: la classe política i els seus partits estan al dictat dels mercats, la banca i els interessos econòmics.

Els anys de bonança econòmica del cicle que va acabar el 2007, es van deure en bona part a l’ús indiscriminat del crèdit per part de tot el món. Individus, famílies, empreses i estats veien afluir els diners als seus comptes com per art de màgia, generant-se una espiral de consum -com aquella propaganda bancària que resava “ho vols, ho tens”- que va hipotecar les vides de molts, pensant que aquesta situació s’anava a mantenir per sempre. Ara, que no es pot recórrer a més endeutament, ni tampoc fomentar el consum, perquè els diners s’han evaporat -com a nombres en un compte que eren, i no riquesa creada pel treball-, els nostres governants hauran de girar la vista a l’economia real. Però quan miren aquesta economia el que veuen són empreses mal gestionades, que defrauden milers de milions al fisc, que volen beneficis sense inversió -acostumats també a l’anterior escenari, era l’època del “pelotazo”- i el valor del qual està molt més que sobredimensionat, fruit dels temps feliços en què els comptes no es feien sobre el valor real del producte, sinó sobre el que “podria valer” el producte. I tampoc aquí tenen marge d’actuació.

Amb les perspectives econòmiques que tenim, el govern que surti haurà d’imposar dures retallades en matèria laboral i social, per “ajustar”, com diuen ells, les condicions de treball, les pensions, els salaris o les prestacions públiques al nou nivell de “riquesa”, una vegada que tots els balanços s’han desinflat. Però ja ningú recorda, o no sembla recordar, que aquesta crisi la va crear el món financer, no l’economia productiva; que no van ser aquests salaris ni aquestes condicions de treball que teníem fa tres o quatre anys els que ens van portar a la crisi, ja que venien ja sent “reajustats” per contínues i contundents reformes laborals, i que en absolut aquestes condicions de treball eren cap meravella; no sembla recordar ja que l’atur va disminuir gràcies a la introducció massiva de la precarietat laboral i eliminant costos socials a les empreses. Així que com això ja està oblidat, les empreses caldrà reflotar-les, de nou, abaratint el treball; més hores de treball, menys sou, acomiadament i contractació lliures, convenis col·lectius que no s’apliquen, temporalitat total i desregulació. Aquestes són les exigències de la patronal i els seus sequacos, posades ja sobre el tapet. I el govern que ve no podrà ignorar-les, no per la seva més que segura sintonia amb els empresaris, sinó perquè és l’única manera del capitalisme de reflotar-se; distribuir la pobresa entre tots els membres de societat i concentrar la riquesa en aquells que més tenen. Perquè, també caldria recordar-ho, els bancs segueixen repartint dividends mentre que són “rescatats” per l’estat, i en les borses, segueixen fent-se immenses fortunes de la nit al dia. Aquí, segueixen estant, i ho estaran amb qualsevol govern, els paradisos fiscals o la tributació ínfima dels grans capitals, i al mateix temps, els abusius impostos indirectes o els que es carreguen a les rendes del treball.

De manera que, com és segur que el govern que surti de les properes eleccions no abandonarà el capitalisme, no cal especular massa per adonar-se que el camí que segueixi vindrà donat pel que determini el capital, en les seves diferents versions i àmbits.

Per tant, de nou ens trobem davant unes eleccions en les quals els programes tornen a ser paper mullat, ja que més que mai, els que aspiren al govern estan en condicions de saber que podran fer demà.

Com en totes les campanyes electorals, les paraules emboliquen el missatge, els lemes fagociten a les idees i l’escenari es construeix com si es pogués partir de zero, com si es poguessin engegar projectes i iniciatives que, tothom sap que formen part del procés electoral, però no de la vida real. Una altra cosa és que cadascú vulgui assumir-ho.

Des de l’inici de la democràcia, les campanyes i processos electorals han anat transformant el seu caràcter ideològic en imatge, de manera que a hores d’ara, el vot al que apel·len els candidats és plenament emocional i subjectiu. Paral·lelament, els electors han vingut reclamant cada vegada menys responsabilitat als seus governants, entrant en un cercle viciós que ha deteriorat la política fins a convertir-la en el que és avui. Molts aniran a les urnes perquè no guanyi el PP, uns altres perquè no perdi el PSOE, uns altres perquè necessiten creure el que els diuen els uns i els altres.

En aquestes eleccions, el vot de la dreta es concentrarà a intentar que el PP guanyi per majoria absoluta. Impera la revenja, convertida en el major argument electoral per a qualsevol dels dos grans partits en la pugna. Es tracta de desbancar al contrari i allotjar-se en els dominis de l’enemic a qualsevol preu. El missatge es banalitza, reduint-se a culpabilitzar al PSOE de totes les catàstrofes hagudes i per haver, per a això els socialistes han fet suficients mèrits. Així aquest missatge cala sense haver d’aprofundir molt més. No fan falta propostes, perquè la gestió del partit en el poder ha fet el treball als seus adversaris. Així, el PP pot amagar sota l’ala les seves veritables intencions i el seu conservadorisme ultramuntà.

Els que advoquen per votar al PP, sense ser de dretes, manegen l’argument de la necessitat d’un canvi de govern per tallar el malbaratament del que han fet gala els socialistes. Però la despesa inútil i supèrflua de l’estat no variarà perquè un partit o un altre estigui al govern, com ha pogut veure’s amb les despeses militars, els fons lliurats a l’església, les rebaixes d’impostos als rics, les obres faraòniques i inútils o els diners que es gasta per posar a l’administració pública al servei del govern de torn, sigui el que sigui el color del partit dominant. Les camarilles d’assessors, empleats i altra cort que empra cada partit quan arriba al govern substitueix a la de l’anterior. Només canvien els “amos del mas” i els seus seguidors. Perquè en realitat canviés el concepte de l’ètica i la decència dels polítics, seria necessari que canviés l’ètica de la pròpia societat, i això no s’aconseguirà pel mer fet de substituir un partit per un altre.

Els partidaris del votar al PSOE, defensen la seva opció plantejant que no participar en les eleccions afavoreix a la dreta. És l’argument que portem sentint des dels inicis democràtics. Ja no es recorda –o no es vol recordar-, que el vot d’“esquerres”, lliurat a Felipe González o al mateix Zapatero, ha portat al poder a un partit que ha anat executant les més dures polítiques contra els i les treballadores afavorint, en canvi, a bancs i multinacionals per sobre de qualsevol interès social. Per a això ha servit el vot “útil” de l’esquerra.

Els que reclamen, en canvi, votar als partits a la “esquerra” del PSOE, defensen que aquest vot servirà per “pressionar”, perquè es realitzin “autèntiques” polítiques d’esquerres. Però quan aquests partits han tingut opcions de govern, al costat del PSOE o en solitari, des de les alcaldies als governs autonòmics, res ha canviat. Perquè en les “tasques de govern”, de res serveixen els brillants programes electorals, sinó la realitat de les múltiples connexions econòmiques amb els poders reals establertes en cadascun d’aquests àmbits. I arribats aquí, els colors i les banderes empal·lideixen i els partits entren en el “joc” amb les regles fixades pels que de debò ho controlen i no amb les seves pròpies, comptant amb que aquestes fossin diferents.

Després de les eleccions, per tant, ens trobarem en el mateix punt en el qual estem ara. Per això diem que si vols que tot segueixi igual, pots votar. Però si vols que les coses canviïn, hauràs de lluitar. Ara es tracta d’acordar entre tots unes noves regles de joc perquè juguem tots. De recuperar la nostra consciència de classe, de mirar el món no amb els ulls de l’individu, sinó de la col·lectivitat; de connectar els nostres problemes i també les solucions, molt més enllà de les sigles, els partits i els bàndols que pugnen per representar-nos; estem aquí per representar-nos a nosaltres mateixos.

Aquesta lluita de la qual parlem, es desenvoluparà en molts àmbits, en el treball, al carrer, als barris; creant i teixint les xarxes de solidaritat i suport mutu que sempre han caracteritzat a la classe obrera i que vam perdre amb la modernitat i el progrés. Una solidaritat que haurem de demostrar amb els nostres companys de treball, oposant-nos als acomiadaments i a la pèrdua de drets amb tots els mitjans al nostre abast i no donant mai la batalla per perduda; contra les retallades socials, implicant-nos en les diferents lluites existents i les que es vagin creant; com a consumidors, buscant formes de consum recolzades en la col·lectivitat i no en les multinacionals, exercint-les de forma responsable i solidària; com a persones, en fi, que ens neguem a ser espectadors de l’ensulsiada del capitalisme i que volem ser protagonistes de la construcció d’una nova economia i una nova forma de relacionar-nos i de gestionar la nostra vida.

Per a la CNT l’abstenció no és només el fet de no votar. L’abstenció que defensem comença amb aquesta negativa a mantenir el sistema, però no acaba aquí. L’abstenció activa és una acció contínua que es construeix cada dia, en tots aquests fronts que hem assenyalat. Si no deleguem les nostres responsabilitats, és per exercir-les i no per abandonar-les. L’abstenció representa, des d’aquest punt de vista, una rebel·lió contra la colossal mentida de cridar al poble “sobirà” pel mer fet de poder designar representants cada quatre anys; una rebel·lió contra un sistema polític construït per garantir els privilegis de la classe privilegiada i dominant enfront de la massa dels “governats”; si el sistema econòmic que hi ha darrere de les urnes està basat en la desigualtat i la rampinya, com poden ser les eleccions una cosa diferent a això?

Aquesta és l’abstenció que defensa la CNT. I la promovem, també enfront del vot en blanc o el vot nul, perquè creiem que és l’única opció que no legitima el sistema “democràtic”. El vot en blanc o nul mostren una disconformitat que es podria resumir en la idea que no hi ha cap candidat que es mereixi ser votat, però el simple fet de participar en les eleccions atorga un reconeixement i una legitimació del sistema representatiu. I és precisament contra aquest sistema polític contra el qual es posiciona la CNT. Siguin els qui siguin els candidats o els partits, ens oposem a la farsa de considerar que un govern qualsevol pugui representar la voluntat del poble; que el dret de cada persona a participar en la gestió dels interessos comuns no pot delegar-se en uns quants, que a més, ens arriben ja seleccionats prèviament pels que en realitat posseeixen el poder real. El caràcter de protesta del vot nul o en blanc, sigui aquest el que sigui, queda diluït en l’acceptació implícita del sistema democràtic que constitueix el vot mateix.

El repte que tenim per davant, no és escollir una papereta el proper dia 20, sinó el de crear una estructura social que ens permeti alliberar-nos del sistema capitalista i aquest és un treball que no pot afrontar cap classe de govern. Per a aquesta tasca, la unió és la nostra única defensa i també el nostre únic mètode d’atac. Les nostres aspiracions no caben en les seves urnes.

Secretariat Permanent del Comitè Confederal de CNT