Editorial de
la revista Argelaga del mes de julio del 2014
La
ofensiva ciudadanista
El
24 de junio saltó a la palestra la Plataforma ciudadana “Guanyem Barcelona”,
edificada en torno al atractivo mediático de Ada Colau, la delegada más
televisiva de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas; el enésimo acto de
la comedia electoral hispana tenía lugar en medio de patéticas advertencias
contra la ofensiva neoliberal e indignadas promesas de cambiar las reglas del
juego político, de romper la relación íntima de la administración pública con
los grandes intereses privados y, en fin, de rescatar “la democracia”, el
sistema político nacido de la reforma pactada de la pasada dictadura, todo ello
pronunciado con el tono de la mayor sinceridad. Parece que el ciclo abierto
durante el 15M haya llegado a su más lógica conclusión. La incapacidad de la
vieja política en resolver los problemas económicos de las masas desclasadas,
rebautizadas como ciudadanía, obliga a la formación de un gran partido
ciudadanista que ahora se concreta en diversas iniciativas refundadoras que
cúpulas improvisadas difunden con la ayuda de equipos informáticos. Mientras
las nuevas formaciones políticas se preparan para competir en las próximas
municipales y autonómicas expresando así el anhelo de urnas de una supuesta
clase ciudadana que se manifiesta a través de los movimientos sociales,
vecinales y sindicales, podríamos tratar de explicar las causas de esta
aparente transformación del escenario político, que habrá que buscarlas en las
nuevas condiciones de existencia de las clases masificadas que hasta hoy habían
constituido la base social del vigente régimen partitocrático.
En
los países donde reinan las condiciones modernas de producción y consumo
realmente no puede hablarse de clases, sino de masas, amontonamiento
indiferenciado de residuos de clases y fragmentos de capas sociales,
conformista y resignado a delegar la defensa de sus intereses en una clase
política profesionalizada y enquistada en las instituciones. En esta etapa del
capitalismo, que calificamos como desarrollista, el Capital y el Estado se
fusionan originando un sistema político eminentemente bipartidista
entremezclado con intereses financieros, turísticos e inmobiliarios. Es la
partitocracia. Pues bien, el empobrecimiento de la parte más vulnerable de
dichas masas ha provocado en la sociedad civil diversos movimientos
autoorganizados al calor de los conflictos locales, ni lo bastante fuertes, ni
lo suficientemente lúcidos como para prescindir del enjambre de militantes de
viejos partidos frustrados, casi marginados, que han acudido a la lucha con la
intención de instrumentalizarla, ni tampoco de las bandadas de nuevos
militantes ambiciosos forjados en ellas. En resumen, la crisis social ha
desgastado la imagen de la vieja política bipartidista, acelerando la
descomposición de la facción socialdemócrata, uno de los dos puntales del orden
político, hasta el punto de preocupar a la clase dominante, pero no ha creado
un movimiento social independiente capaz de encarar los problemas con espíritu
revolucionario.
En
esas condiciones de crisis a medias entra en juego la nueva burocracia política
ciudadanista que se segrega de las luchas sociales y pretende representar en
los parlamentos y consistorios los intereses perdedores en la globalización
económica. Dichos intereses varían de un escenario a otro, según vayan más o
menos asociados, bien a los viejos partidos minoritarios que se alimentan del
cadáver bipartidista, bien a las oligarquías regionales en pugna con el Estado
central por cuestiones de impuestos y transferencias, es decir, están
determinados por el grado de implicación en los conflictos secundarios dentro
de la clase dominante en torno al modelo político o administrativo más eficaz
para la economía. La disparidad de intereses ha dado lugar a diferentes
proyectos, algunos limitados al ámbito municipal, como por ejemplo Guanyem
Barcelona, otros como el de la CUP circunscritos en el área autonómica, y
finalmente, otros con ambiciones estatales, caso del electropartido
izquierdista Podemos. La impostura se desprende de un dato: no son sus futuros
votantes quienes han elegido a sus candidatos; son más bien éstos los que con
distintas estrategias han elegido a sus futuros votantes. Sorprende sin embargo
que, aunque tales proyectos estén todos en su primera infancia, sus promotores
adolezcan visiblemente de una vieja y conocida enfermedad, el cretinismo
parlamentario, dolencia que introduce en sus desafortunadas víctimas la
convicción solemne de que el presente y el futuro del país entero, de las masas
y las clases, han de determinarse en función de la distribución del número de
cargos electos en todos los foros institucionales, y que todo lo que sucede
fuera de ellos, disturbios, huelgas, sabotajes, ocupación, revoluciones,
guerras, etc., tiene mucha menos importancia que cualquier asunto, por nimio
que sea, que en un momento dado ocupe la atención de los diputados o concejales
reunidos.
De
alguna forma las tentativas ciudadanistas han querido llevar las circunstancias
críticas al punto en el que se encontraban antes del 15M. Para muchos sectores
sociales afectados, particularmente el de la juventud con estudios precaria o
en paro, la cantera mayor del ciudadanismo, el horror al desorden y la anarquía
que intuyen en los violentos enfrentamientos con la policía habidos en los
desbordamientos de manis callejeras, es más fuerte que la indignación ante la
impunidad de la Banca, la magnitud de los recortes en Sanidad y Educación o la
corrupción de la jerarquía partitocrática. En su intervención política subyace
el deseo de impedir la formación de organismos sociales exteriores al sistema y
fuera de control, o sea, verdaderamente autoorganizados, capaces de movilizar a
las masas irritadas y desposeídas contra la clase dominante y el Estado. Su
función consiste en detener la marcha de un antagonismo que no para de crecer, canalizando
sus reivindicaciones, sus experiencias y sus impulsos hacia el pantano de la
política. El desplazamiento de las escaramuzas territoriales y urbanas hacia
los consistorios y los parlamentos, en suma, el relevo de lo social por lo
político, trasluce precisamente la intención señalada de restablecer el orden
en las coordenadas sociales anteriores a la crisis económica, pero como suele
suceder, la decadencia del partido ciudadanista comenzará en el mismo momento
de su triunfo. Mientras dure la crisis tiene la existencia asegurada; pero a
condición de formar parte del juego y evitar que la baraja se rompa.
Los
ciudadanistas no cuestionan el Capital, ni tampoco el Estado; quieren acomodar
lo que llaman “economía social” en el primero, y tener cabida en el segundo,
por la sencilla razón de que su base social, los sectores desclasados
mesocráticos, se moviliza a condición de que no pase nada. Por razones
electorales, pueden mantener un equívoco al respecto reivindicando
acontecimientos rupturistas como los de Gamonal o Can Víes, pero siempre se
separarán del hecho violento, atribuible por ellos a la policía o a minorías
exaltadas no representativas. Las nuevas formaciones ciudadanistas no se
plantean la acción y temen todas las iniciativas que conduzcan a ella. Su
naturaleza mezquina y ambiciosa nada mejor en los estanques de la política,
lejos de los peligros que acarrea la intervención en las luchas sociales. Creen
que hacen lo que deben cuando no hacen nada práctico y se limitan al acto
festivo y simbólico. Son expertas en espectáculos llamativos y ruidosos, como
el que se intentó con las Marchas por la Dignidad, montajes cuya inanidad corre
pareja al tamaño de sus pretensiones. Pero en la medida que hay espectáculo,
deja de haber realidad. Eso lo sabe la clase dirigente, que en último extremo
puede permitirse dominar a través incluso de partidos a la violeta, plataformas
cívicas, coaliciones no oficialistas y demás “mecanismos de participación
ciudadana” que en apariencia, pero sólo en apariencia, parecen contrarios a sus
intereses, a no ser que los oprimidos rebeldes tengan en cuenta que la mirada
dirigida y enaltecida por los medios, a veces alternativos, nunca es la de la
libertad, sino la del poder, actuando en consecuencia.
¡Abajo
el engaño ciudadanista!
Revista
Argelaga, 31 de julio de 2014:
Otros
textos publicados en la Sala de Lectura:
Bakunin
inmortal 1814-2014, periódico CNT, publicado en la Sala de Lectura,
agosto-septiembre 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_12.html
Delirios
capitalistas, Patricio Barquín, publicado en la Sala de Lectura, julio 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/blog-page_3.html
Notas
para una política no estadocéntrica, Amador Fernández-Savater, publicado en la
Sala de Lectura, junio 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_15.html
Votar
no votar. Javier Sádaba, publicado en la Sala de Lectura, mayo 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_2.html
Carácter
ético del anarquismo. Luce Fabbri, publicado en la Sala de Lectura, abril 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura.html
Anarco-Feminismo:
pensando en anarquismo. Deirdre Hogan, publicado en la Sala de Lectura, marzo
2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/blog-page_9.html
SOBRE
"PODEMOS". Carlos Taibo, publicado en la Sala de Lectura, febrero
2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sobre.html
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