Las pensiones públicas, la aritmética de la solidaridad
Que una sociedad cubra dignamente las necesidades de las personas, que
por edad o por enfermedad no pueden ni deben trabajar, es una de las mejores
muestras de su nivel de civilización. En el debate sobre qué sistema de
pensiones queremos, así como el de qué tipo de educación o qué tipo de sanidad,
se muestra la clase de sociedad a la que aspiramos. O se toma el camino del
“tanto tienes tanto vales” y el de “sálvese quien pueda”, o se opta por el
apoyo mutuo y la solidaridad.
Desde hace varios años, y desde los distintos gobiernos de turno, se
nos viene repitiendo los mismos mensajes: que la sociedad envejece, que habrá
más personas jubiladas para cobrar y menos personas trabajando para cotizar,
que la esperanza de vida aumenta etc. Los recortes continuados que está
sufriendo el sistema de pensiones en los últimos años no se han justificado
abiertamente con razones ideológicas, sino que se han envuelto en ropajes
contables y aritméticos para justificar las sucesivas reformas y sus
consiguientes recortes; como si su manera de hacer las cuentas, interesada y
parcial, no influyese en el bienestar o el sufrimiento de las personas.
Es un mensaje interesado el que se está continuamente lanzando a
la opinión pública, dejando de lado aspectos que implican, por su carácter
estructural, un problema de fondo: trabajo precario fomentado por continúas
reformas laborales, paro juvenil, incorporación tardía de los jóvenes al mundo
laboral, nivel salarial cada vez más bajo, distribución de la riqueza entre el
trabajador y la empresa, economía sumergida, etc. Elementos que ayudan,
en cierta manera, a legitimar la acción del gobierno y la de los grupos de
presión conformados entorno a “consejos de sabios” (compuesto mayormente por
compañías de seguros, entidades financieras o bancos), desmontando así un
sistema como el actual al que se le hace entrar
paulatinamente en colapso, en detrimento de sistemas de capitalización
como los fondos de pensiones que demuestran tener más pérdidas que beneficios.
¿Qué proponen ahora los susodichos sabios consejeros? En primer lugar
garantizar la equidad entre las diferentes generaciones de pensionistas,
si vives más tiempo tu pensión ha de ser más pequeña para que, en resumidas
cuentas, no hayas cobrado más que aquel que vivió menos. A mayor esperanza de
vida menor pensión. A esta manera de castigarnos le llaman el Factor de
Equidad Intergeneracional. ¡Olvidémonos de la subida anual de las
pensiones! El objetivo no es una pensión digna que se revalorice cada año, sino
el equilibrio de las cuentas del sistema; que el ingreso de la Caja de la
Seguridad Social sea igual al gasto en pensiones. Las pensiones subirían o
bajarían teniendo en cuenta el aumento de pensionistas, el aumento de la
cuantía de las pensiones en su conjunto y el superávit o el déficit de la caja
de pensiones del año anterior. Es decir, si la seguridad social tiene más
gastos que ingresos, las pensiones deben bajar. Estas dos perversas medidas se
llaman Factor de Sostenibilidad. Todo un galimatías que sólo busca
confundir a la opinión pública para justificar los recortes y de paso
beneficiar a las entidades financieras, promocionando desde el propio Estado
los sistemas privados de pensiones.
Para la CNT las pensiones son un derecho y son concebidas
únicamente para asegurar el bienestar en la vejez; por eso no es una cuestión
negociable, se han de financiar con las contribuciones de todo el conjunto de
la colectividad. Debemos repartir la riqueza que entre todos producimos
bajo el principio “de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus
necesidades”. Junto a las pensiones, la sanidad, la educación y la dependencia
deben gozar de un estado preferente y deben estar dotadas de partidas
presupuestarias dignas, basadas por criterios de necesidad vital y nunca por
cuestiones puramente mercantilistas.
CNT Federación
Local de Fraga
Fraga septiembre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario