No es
nuestra intención entrar en “campaña”, pero aprovechamos la ocasión que nos brinda
el ruido electoral para aportar
algunas reflexiones sobre qué idea de democracia tenemos l@s libertari@s.
“Recuperamos”
un texto de Carlos Taibo para la Sala de Lectura; parte del Capítulo 2 “Democracia Delegativa, Democracia Directa“, del libro “Repensar la Anarquía” *. Acompañamos
un vídeo de una de las presentaciones del mismo libro, además de información sobre el autor y libros publicados.
Abajo a la Izquierda
DEMOCRACIA DELEGATIVA, DEMOCRACIA DIRECTA
CRÍTICA A LA DEMOCRACIA
Pese a
que lo común en el pensamiento libertario es que se reivindique la democracia
directa, lo cierto es que cada vez hay más personas que parecen concluir que,
habida cuenta de la degradación experimentada por la propia palabra democracia, igual ha llegado el momento
de buscar términos menos gastados. Esto aparte, aunque muchos pensadores
libertarios distinguen, en cuanto a grado de perversión, unas u otras formas de
poder político, procuran no engañarse sobre el sentido de fondo de la democracia
liberal. Con respecto a ésta se habla a menudo de farsa y de explotación, de
desigualdad y de injusticia, de ilusión de la representación y de manipulación
desde los medios al servicio del poder. La crítica libertaria de la democracia
liberal sugiere que esta última, pese a la retórica, nada tiene que ver con el
cacareado principio de la mayoría: se inspira, antes bien, en minorías
directoras que generan de manera coactiva consensos interesados y reprimen todo
lo que opera en contra de estos últimos. Curioso es que se postule el principio
de «un hombre, un voto» para apuntalar un sistema asentado en la que al cabo es
una organización científica e inamovible de la desigualdad que hace uso, eso
sí, de una aparente pluralidad desarrollada en circuito cerrado. Para que nada
falte, en fin, la democracia liberal parece inexorablemente vinculada con el
aprestamiento de un grupo humano parasitario. «El sistema representativo, lejos
de ser una garantía para el pueblo, propicia y garantiza, por el contrario, la
existencia permanente de una aristocracia gubernamental que actúa contra el
pueblo» (Bakunin) [1].
Pero
hay que preguntarse también por qué la democracia liberal deja manifiestamente
fuera de su alcance la economía y el mundo del trabajo, o, peor aún, subordina
el sistema político a los intereses de poderosas empresas privadas. De la mano
de un proyecto que atiende al visible propósito de ratificar los privilegios de
los poderosos, la mayoría se ve paradójicamente excluida de la toma de
decisiones. Mientras el poder económico se concentra, otro tanto ocurre con el
político en un escenario lastrado por la oligarquía y la desigualdad. La
democracia liberal acarrea, en suma, una agresión en toda regla contra todo
tipo de organización alternativa, horizontal e igualitaria. De resultas, niega
palmariamente la diversidad y procura cancelar por completo la posibilidad de
buscar otros horizontes. Subrayaré, en fin, que es evidente que la farsa
democrática se ha perfeccionado: no presenta hoy los mismos perfiles que se
revelaban en tiempos de Bakunin o de Kropotkin. Ha engrasado, así, y por un
lado, los mecanismos de integración de la mano de la ilusión del consumo, de la
generación de dependencias o del reconocimiento de ficticios derechos. Claro es
que, en sentido contrario, y en los tiempos más recientes, resulta fácil
apreciar una irrefrenable deriva autoritaria y un esfuerzo encaminado, no sin
paradoja, a cancelar o mitigar la influencia de mecanismos de integración como
los recién mencionados. El desastre del escenario político actual no es el
producto de una deriva azarosa: surge, inevitablemente, de los cimientos de la
democracia liberal y era acaso insorteable. Quien a estas alturas piense que la
corrupción es un problema vinculado con determinadas personas y coyunturas
mucho me temo que está esquivando el fondo de la cuestión.
LAS
ELECCIONES
En el meollo de la democracia liberal están las elecciones. Me sigue fascinando el eco que estas últimas tienen en la cabeza de tantas gentes. Quien plantea otro horizonte debe justificar puntillosamente su opción, mientras pasan inadvertidas, en cambio, las ingentes miserias de la vía electoral. Los elementos más malsanos se imponen de forma extremadamente eficiente cuando se interioriza que la lógica a la que responden las elecciones es normal y democrática: no hay mejor manera de controlar a las personas y aniquilar las disidencias. Sorprendente resulta, en particular, el hechizo que las elecciones suscitan en muchas gentes de izquierda, que al parecer creen en ellas a pies juntillas. Es llamativo, por cierto, que haya dejado de escucharse al respecto un argumento que, vergonzante, en el pasado tuvo algún predicamento: el que llamaba la atención sobre la posibilidad de utilizar elecciones y parlamentos como plataformas para difundir ideas.
Como
quiera que las elecciones implican dejarlo todo en manos de otros que en el
futuro habrán de resolver nuestros problemas y —cabe suponer— liberarnos, la
creencia mítica en aquéllas es un indicador de desesperación y una dejación de
la acción. Esta circunstancia resulta tanto más llamativa cuanto que, en el
caso de los libertarios, la crítica de las elecciones se asienta por igual en
preconceptos sólidamente asentados — ante todo el que reclama un rechazo
constante de la delegación— y en una cruda y empírica reflexión sobre la
realidad del presente. Porque no está de más recordar que en las elecciones se
dan cita el atontamiento e ignorancia previos de la población, que suele
desconocer por completo los programas de los partidos a los que vota; una
dudosa representación de la voluntad de la mayoría, en la medida en que los
partidos ganadores —con estructuras internas nada democráticas— consiguen
porcentajes reducidos de voto, tanto más si se considera la abstención;
dramáticas diferencias en lo que hace a los recursos a disposición de esos
partidos, o sistemas electorales comúnmente injustos. Para que nada falte,
economía queda casi por completo al margen de las decisiones de los
parlamentos, el poder judicial colabora activamente, sin independencia alguna,
en la trama general, otro tanto debe decirse de los medios de incomunicación y
menudean cada vez más los discursos tecnocráticos que sugieren que los
problemas principales no son políticos,
sino meramente técnicos. Por si algo fallase, ahí están, en la recámara, los
estados de excepción y los golpes de Estado, acompañados de un horizonte, el de
la represión, que no amaina. ¿Dónde queda entonces la soberanía popular? Los
votantes son los extras que trabajan, gratis, en una película-farsa, la de la
democracia, en la que «la libertad ha quedado reducida a elegir tu marca de
detergente en los pasillos de un centro comercial» [2].
Con
semejante panorama no puede sino sorprender una crítica de las prácticas
libertarias —una crítica de la abstención electoral— que muchas veces se ha
expresado desde la trinchera de organizaciones y gentes que se reclaman del
pensamiento de Marx: la que afirma que, 4,8 al no participar en elecciones e
instituciones, los libertarios dejan el camino expedito, en estas últimas, a
las fuerzas del capital [3]. Como si
no hubiese ejemplos consistentes y constantes de la inutilidad de elecciones e
instituciones, y, más aún, de la capacidad que la democracia liberal muestra a
la hora de absorber a quienes deciden acatar sus reglas. Sólo puede calificarse
de ingenua la doble conclusión de que esa forma de aparente democracia abre el
camino, sin cautelas, a opciones rupturistas y carece de mecanismos para evitar
eventuales desperfectos generados en el edificio del capitalismo; «si las
elecciones permitiesen cambiar algo, habrían sido abolidas», reza un lema bien
conocido. Más sensata parece la conclusión de que la abrumadora mayoría de los
progresos alcanzados por los trabajadores poco o nada han tenido que ver con la
vía electoral. De hecho, la crisis general del sindicalismo de pacto guarda una
relación obvia con la primacía otorgada a esa vía, encargada de desangrar
muchas de las instancias de combate de antaño. Porque, y al cabo, desde arriba,
desde las instituciones, ¿acaso se tira emancipatoriamente de las gentes y se
consigue que éstas hagan lo que en otras condiciones no harían?
Cierto
es que en el mundo libertario la cuestión de las elecciones ha suscitado
polémicas de alguna vivacidad. Ojo que no estoy pensando ahora en la discusión,
ontológica, sobre el voto: salta a la vista que no es lo mismo ejercer el voto
en grupos de adscripción voluntaria que hacerlo en el marco de elecciones
reguladas, interesadamente, por las instituciones. Pero, más allá de ello, y en
relación con esas elecciones reguladas, hay quienes piensan que hay que
reivindicar orgullosamente la abstención y hay quienes estiman que lo que
procede es, sin más, olvidarlas. Quienes se emplazan en esta segunda posición
suelen aducir que reclamar la abstención es en los hechos otorgar a las
elecciones un relieve que no les corresponde y, en cierto sentido, participar
en ellas. El que pasa por ser el principal teórico del anarquismo hispano,
Ricardo Mella, abrió la que acaso es una tercera vía de acción: la que invitaba
a respetar, sí, la decisión de votar, pero llamaba la atención sobre la
necesidad de volcar el peso de la atención en la acción directa cotidiana,
mucho más importante y efectiva [4].
LA
DEMOCRACIA DIRECTA
Ya he señalado que la palabra democracia está tan gastada que igual habría que procurar otra distinta para retratar los referentes correspondientes. Sucede con ella algo parecido a lo que ocurre entre nosotros con el vocablo transición: el registro de la iniciada en la segunda mitad del decenio de 1970 es tan lamentable que sobran los motivos para recelar del buen sentido de la reivindicación de una segunda transición.
Las
cosas como fueren, lo cierto es que, pese a lo dicho, en el mundo libertario
hay una defensa franca de la democracia directa.
Esa defensa se asienta en un rechazo de la delegación y la representación, en
la postulación de organizaciones sin coacciones ni liderazgos, y en el repudio
de cualquier tipo de gobierno. Para ser hacedero, todo lo anterior exige, por
lógica, un previo y activo proceso de descentralización, de descomplejización y
de reducción del tamaño de las comunidades políticas. La lógica de la
democracia directa conduce de manera inevitable a contestar el mundo de los
partidos, que no es otro que el mundo de la delegación y la separación, de los
dirigentes y las jerarquías, de las
elecciones y los parlamentos. Cierto es que la apuesta organizativo-partidaria
de la izquierda tradicional no sólo
encuentra hoy la réplica libertaria: debe hacer frente también a la condición,
aparentemente nebulosa y anómica, de muchas de las redes emergentes.
La
discusión sobre la democracia directa ha entregado en los últimos años un
retoño tan interesante como polémico: el vinculado con el llamado municipalismo libertario. Aunque la
propuesta tiene manifestaciones varias, me contentaré ahora con recordar que
hay muchos libertarios que parecen contemplar con buenos ojos la participación
en elecciones de ámbito local en las cuales, y al menos sobre el papel, es
posible mantener muchos de los elementos característicos de la democracia
directa, limitando de manera sensible, entonces, el ejercicio de la
representación. Al fin y al cabo éste fue el proyecto al que se acogieron en
inicio las Candidatures d’Unitat Popular (CUP) en Cataluña. No quiero en modo
alguno cerrar el debate relativo al municipalismo libertario, y tampoco quiero
rechazar de plano las eventuales virtudes de la propuesta. Pero estoy obligado
a expresar mis recelos, que en sustancia son tres. El primero subraya que el municipalismo
libertario supone la aceptación de una categoría que tiene una evidente
dimensión institucional. Como tal, acarrea un riesgo visible de absorción de la
propuesta, tanto más cuanto que el proyecto implica asumir las reglas del juego
político que el sistema impone (por mucho que a veces se acompañe, bien es
cierto, del designio de cambiar esas reglas). El segundo de los recelos asume
la forma de una pregunta: ¿no es fácil que —y me remito de nuevo al modelo de
las CUP catalanas en su deriva más reciente, que bien podría abocar en fórmulas
tradicionales como las que es obligado identificar con Sortu o con Syriza— el
proyecto que me ocupa desemboque, en una fuga hacia arriba, en el acatamiento
de escenarios inequívocamente marcados por la delegación y la representación?
La tercera cautela recuerda que hoy por hoy el municipalismo libertario no
parece poder aportar en su provecho ningún resultado palpable que no haya
ofrecido la práctica no institucional de la democracia directa.
Añadiré
que el debate sobre la democracia directa de siempre se ha visto marcado por
quejas en lo que se refiere a la supuesta imposibilidad de despliegue de
aquélla. En el argumento han coincidido recurrentemente leninistas,
socialdemócratas y liberalconservadores, sin preguntarse, claro, por la
idoneidad de sus modelos y sin percatarse, más aún, de en qué medida la
hostilidad con que obsequian a la democracia directa no es una explicación,
siquiera parcial, del eventual fracaso de muchas de las manifestaciones de
ésta. Más allá de ello, sospecho que el empeño de esas tres familias políticas
no consiste en subrayar las dificultades vinculadas con la aplicación de la
democracia directa en sociedades complejas, sino en defender las ventajas que,
para el desorden existente, tiene la seudodemocracia representativa. En
semejante escenario me limitaré a enunciar la convicción de que el sistema que
padecemos, perfectamente preparado para afrontar los muy relativos espasmos
opositores que blanden leninistas y socialdemócratas, no lo está tanto, en
cambio, para responder al reto de la democracia desde abajo.
LA
ACCIÓN DIRECTA
A menudo olvidamos que la democracia directa tiene, en el pensamiento libertario, un correlato inevitable: el que proporciona la acción directa. Graeber ha aseverado al respecto que mientras el marxismo tiende a ser una reflexión teórica o analítica sobre la estrategia revolucionaria, el anarquismo significa, antes bien, una reflexión ética sobre la praxis revolucionaria [5] .
Entenderé
por acción directa aquella que protagonizamos nosotros mismos, sin mediaciones
ajenas —partidos, burocracias, gobiernos— y encaminada a controlar
autogestionadamente la vida propia, de tal manera que retengamos en todo
momento y en plenitud la capacidad de decisión al respecto. La propuesta
correspondiente reclama autoorganizarse al margen de las instituciones, exige
eludir intermediarios e instrucciones que llegan de fuera, y, en la mayoría de
las formulaciones, aconseja obviar cualquier demanda/negociación con quienes
ejercen el poder. Esta última dimensión divide desde tiempo atrás, por cierto,
a un movimiento como el del 15 de mayo, una de cuyas partes se propone en
esencia elaborar propuestas en la confianza de que éstas serán escuchadas por
los gobernantes, en tanto otra aspira a abrir espacios de autonomía,
autogestionados y desmercantilizados, sin aguardar autorización alguna de esos
gobernantes.
La
acción directa nace, también, de la voluntad de controlar, de forma no mediada,
los acontecimientos que le siguen. Intentemos actuar como si fuésemos libres
porque, al hacerlo, empezaremos a serlo. En tal sentido tiene, por añadidura,
un carácter prefigurativo, en la medida en que se asienta en la idea de que
medios y fines deben hallarse en concordancia. «Cuida el presente que creas,
porque debe parecerse al futuro que sueñas», reza un lema de Mujeres Creando,
el colectivo anarcofeminista boliviano de agitadoras de calle. La condición
prefigurativa a la que acabo de referirme es un rasgo que falta llamativamente,
en cambio, en la desobediencia civil [6]
. Esta última, al fin y al cabo, acepta inequívocamente el orden existente,
en la medida en que reclama sin más el derecho a desobedecer alguna ley que se
considera injusta. ¿Cómo administrar la desobediencia civil cuando cabe
entender que la mayoría de las leyes, por no decir todas, son injustas?
Agregaré
que la acción directa guarda una relación estrecha con lo que hace más de cien
años comúnmente se llamaba propaganda por
el hecho, en el buen entendido de que esta última tenía casi siempre una
condición más ambiciosa y las más de las veces se vinculaba con una
insurrección que en sí misma debía convertirse en el cimiento de otras muchas.
El vínculo entre acción directa y propaganda por el hecho obliga a concluir, de
cualquier modo, que la primera no puede quedarse en una mera acción simbólica o
estética: debe conducir, antes bien, a cambios palpables, materiales, en la
realidad.
NOTAS
[1] Citado en Guérin, op. cit., pág. 27.
[2] VV AA: Materiales para una crítica de
la democracia. Klinamen, s.l., 2009, pág. 7.
[3] Véase, como ejemplo de este tipo de literatura de combate, el librito de John Molyneux: Anarchism. A Marxist Criticism. Bookmarks, Londres, 2011
[4] Ricardo Mella: «Vota, pero escucha», en Solidaridad Obrera, n° 24, Gijón, 25 de diciembre de 1909.
[5] David Graeber: La rivoluzione che viene. Manni, San Cesareo di Lecce, 2012, pág. 35.
[6] Benjamin Franks, recogido en Robert Graham (dir.): A Documentary History of Libertarían Ideas. Volume 3. The New Anarchism (1974-2012). Black Rose, Montreal/Nueva York/Londres, pág. 86.
*Repensar
la anarquía, Acción directa, autogestión y autonomía. Carlos Taibo
Asistimos a un visible renacimiento del
pensamiento libertario que tanto le debe a la quiebra de la socialdemocracia y
de los modelos del socialismo real como a la certificación de que el
capitalismo se está adentrando en una fase de corrosión terminal que acerca el
momento del colapso. En este volumen se examinan muchos de los debates de los
que participan los libertarios contemporáneos, y al respecto se estudian, con
vocación no dogmática, la propuesta teórica del anarquismo, su crítica de la
democracia liberal y su defensa de la democracia y la acción directas, la
contestación del Estado y del capitalismo, la apuesta por la gestación de
espacios de autonomía autogestionados y desmercantilizados, o la relación del
mundo libertario con el feminismo, el ecologismo, el antimilitarismo y las
luchas solidarias. Editorial
Catarata: https://www.catarata.org/libro/repensar-la-anarquia_45086/
Otros
libros de Carlos Taibo:
Ciudad Real año 2014, charla organizada por CNT:
Otros textos publicados en la Sala de Lectura "Abajo a la Izquierda":
Simplificación
o la cultura del esfuerzo, Patricio Barquín, publicado en la Sala de Lectura enero-abril
2019: https://bajocincalibertario.blogspot.com/p/sala-de-lectura_27.html
Entrevista
Temps de Franja, Patricio Barquín y J. Carlos Chiné, publicada en la Sala de
Lectura noviembre 2018- enero 2019:
Habitar
el presente: una lectura de 'Ahora', del Comité Invisible, Amador Fernández-Savater. Publicado en la
Sala de Lectura enero- noviembre 2018:http://bajocincalibertario.blogspot.com/p/sala-de-lectura_28.html
Anarquismo
y Nacionalismo, Tomás Ibáñez. Publicado en la Sala de Lectura: septiembre 2017
enero 2018 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/blog-page.html
¡Escucha,
marxista!, Murray Bookchin, Publicado en la Sala de Lectura: septiembre
2016-septiembre 2017 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_13.html
¿Quién
dice no? En torno a la anarquía, Agustín García Calvo publicado en la Sala de
Lectura: agosto 2016 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/quien-dice-no_19.html
La
destrucción del 15-M, Rafael Cid, publicado en la Sala de Lectura: de mayo a
agosto 2016 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_87.html
El
apoliticismo desde el margen, Laura Vicente, publicado en la Sala de lectura:
marzo, abril, mayo 2016 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/el-apoliticismo-desde-el-margen.html
LIBERTARIOS
Y AUTORITARIOS. Ricardo Mella, publicado en la Sala de Lectura, invierno
2015-2016 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_9.html
Anarquismo
y sindicalismo. Salvador Seguí, publicado en la Sala de Lectura, otoño
2015 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_19.html
Anarquismo:
la conexión feminista. Peggy Kornegger publicado en la Sala de Lectura, agosto
– septiembre 2015 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/blog-page_26.html
CONTRA
LA DEMOCRACIA. Agustín García Calvo publicado en la Sala de Lectura, mayo-junio-julio
2015 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/normal-0-21-false-false-false-es-x-none.html
Reabrir
la cuestión revolucionaria (lectura del Comité Invisible), Amador
Fernández-Savater publicado en la Sala de Lectura, abril-mayo 2015http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_80.html
Falacias
de la democracia, Ángel Cappelletti, publicado en la Sala de Lectura,
febrero-marzo 2015 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/falaciasde-la-democracia-lapalabra.html
¿Eres
anarquista? ¡La respuesta te podría sorprender! David Graeber, publicado en la
Sala de Lectura, diciembre 2014 enero 2015http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_22.html
La
ofensiva ciudadanista. Editorial de la revista Argelaga del mes de julio del
2014, publicado en la Sala de Lectura, octubre-noviembre 2014http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_5.html
Bakunin
inmortal 1814-2014, periódico CNT, publicado en la Sala de Lectura,
agosto-septiembre 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_12.html
Delirios
capitalistas, Patricio Barquín, publicado en la Sala de Lectura, Julio
2014 http://bajocincalibertario.blogspot.om.es/p/blog-page_3.html
Notas
para una política no estadocéntrica, Amador Fernández-Savater, publicado en la
Sala de Lectura, junio 2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_15.html
Votar
no votar. Javier Sádaba, publicado en la Sala de Lectura, mayo 2014http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura_2.html
Carácter
ético del anarquismo. Luce Fabbri, publicado en la Sala de Lectura, abril
2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sala-de-lectura.html
Anarco-Feminismo:
pensando en anarquismo. Deirdre Hogan, publicado en la Sala de Lectura, marzo
2014 http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/blog-page_9.html
SOBRE
"PODEMOS". Carlos Taibo, publicado en la Sala de Lectura, febrero
2014http://bajocincalibertario.blogspot.com.es/p/sobre.html
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